Formalmente empecé a los 15 años cuando mis padres me anotaron en el Conservatorio de Música en la Carrera de Canto y Saxo alto. Pero mi relación con la Música había comenzado mucho tiempo antes.
Había comenzado desde muy niña, en casa. Nuestra mamá por las noches nos leía libros y nos cantaba. Escuchábamos “Ruidos y Ruiditos” de Judith Akoschky, Pro-música de Rosario, a María Elena Walsh y los domingos que estaba mi viejo también escuchábamos folklore. A partir de mis 3 añitos, me admiraba de escuchar a mi papá cantar folklore y tocar el Bombo legüero con un grupo que él tenía para los actos escolares y peñas, en los actos de mi Jardín de Infantes y en los primeros años de la primaria.
En mi casa le pedía a mi mamá que me ponga en el tocadiscos una y otra vez el disco donde sonaba el Bolero de Ravel y el disco de Piccolo Saxo y compañía… era amor a primera vista escuchar esos sonidos, de los instrumentos de orquesta, era hipnótico para mí.
Mis padres se dieron cuenta de ello y a mis 7 años comenzó a venir a nuestra casa un profesor de música (Violinista) a darnos clase de Teoría musical, a mi hermano y a mí. Aprendíamos de lenguaje musical y a trasladar lo que aprendíamos en la Flauta dulce, con canciones que nos enseñaba. Ese fue el primer acercamiento con la lectura musical y mi primer amor con los instrumentos de viento.
Luego, también durante mi infancia, había participado en los coros del colegio primario. Incluso por tener mucha musicalidad y aptitudes para el Canto, siendo yo una preadolescente, tuve la oportunidad muy temprana de participar en el coro de adultos de la institución, gracias a quien en ese entonces era mi Maestra de Música en la primaria, quien dirigía ese coro, al cual me llevó a participar.
Eso fue una marca genial de seguridad e incentivo por el Canto a mi temprana edad, (sonríe), es una de esas personas a las cuales le estoy eternamente agradecida por dejar una marca tan bella y productiva en mí.